Durante
la Semana Santa, los creyentes celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén,
cuando todo el pueblo lo recibió como Rey con palmas (domingo de Ramos), la
última cena de Cristo (Jueves Santo) y en la que según el nuevo testamento,
Cristo ofreció pan y vino a los apóstoles, dando origen a la Eucaristía y
Comunión. También se conmemora la muerte de Cristo en la cruz (Viernes Santo),
su día de reposo en el Sepulcro (Sábado Santo o de Gloria), y concluimos con su
posterior Resurrección (Domingo de Resurrección o de Gloria).
Todo
esto se vive con las procesiones de mi pueblo siendo esa tradición que se
celebra con fervor para recordar la muerte de Jesucristo.
Ver
a las distintas cofradías y a sus componentes vestidos con sus trajes
característicos (capuchinos) para estas fechas que van llevando los pasos
(imágenes) por las distintas calles de mi pueblo, acompañados en todo momento
por sus vecinos y visitantes, es una imagen inolvidable, es la belleza y el
sentimiento en estado puro.
El
olor a cera de esas velas encendidas que acompañan al Santo Sepulcro en la
procesión del Viernes Santo, se mete tan dentro que es difícil de olvidar.
La
banda de música y los tambores, no pueden faltar en estas fechas y ayudan a
crear ese ambiente imborrable de nuestros recuerdos.
De
día, de noche estas calles se convierten en ese escenario de músicas, color y
arte, cuyos principales actores son las esculturas religiosas y sus cofrades.
Y
deseo que quien no conozca la Semana Santa de mi pueblo, trate de comprobar mis
palabras y convertirlas en realidad.
Vivan
las tradiciones de nuestros pueblos, y más concretamente las de el mío, El
Provencio (Cuenca), que siempre estén vivas en nuestros recuerdos y en nuestro
corazón.
Ricardo
Martínez Moreno 10 de abril de 2014